Publicado
Minor Josué Alvarado Agüero
Seminarista de I Formando Discípulos Misioneros de Cristo

Al conmemorar 387 años de la aparición de Nuestra Señora de Los Ángeles y de vivir dos años en pandemia, llegó el momento de volver con total confianza a la casa de Dios, en donde se encuentra nuestra Madre, que es la intercesora fiel. Este año se vuelve muy particular, debido a que otra vez volvemos a escuchar los diferentes testimonios de vida, en el cual nuestra Madre y nosotros mismos afianzamos nuestra fe hacia el corazón ardiente de nuestro Padre, y que esos testimonios nos dan la certeza de que esa fe aviva nuestro corazón y suscita el amor hacia Dios y hacia el prójimo… 

Tal vez en estos dos años de pandemia vivimos momentos de preocupación, soledad, tristeza; pero también, la alegría y agradecimiento de que muchos salimos adelante en esta vida gran prueba.  En nosotros vive la presencia de nuestra Madre, que intercede por cada uno de nosotros y nos invita a seguir venerándola, llamándola, así como; ella lo fue con Nuestro Señor Jesucristo.  

Vivimos en una sociedad llena de ideologías, sí, pero hoy vemos la cantidad de romeros que por amor y fe caminan hacia la Basílica en Cartago, a visitar a la Negrita, como hijos visitando a su madre, porque para ella somos únicos y diferentes entre sí.  Así como lo mencionó Monseñor Bartolomé, Obispo de Alajuela, en su homilía este pasado 23 de julio: “María es experta en discernir las dinámicas del mal y de la acción de Dios, está atenta desde la escucha y tiene una sensibilidad especial que le da el Espíritu para percibir las distintas voces”, de esta manera debemos recordar que María cómo fiel servidora del Señor fue la primera discípula en escuchar y atender al plan salvífico de Dios, así nosotros debemos acogernos y tratar de imitar el camino de María, con completa obediencia y sobre todo, aceptando la voluntad de Dios. 

La mejor virtud que María tuvo en la tierra fue la de vivir la gracia en el silencio, y en ese silencio se ve manifestado el Milagro de Amor más grande que Jesucristo hizo por nosotros al morir en la cruz, y por eso nosotros debemos actuar y dejarnos sorprender por lo que pase en nuestro día a día, pensando en que es Dios quien nos lleva. Para así, abrirnos y tomar el rumbo al camino de Santidad al cual todos estamos llamados, por eso seamos puentes de lazos para formar la comunión entre nosotros y llevar a nuestra amada Iglesia al camino de la perfección, en el cual todos participamos… 

Abracemos a nuestra Madre Santísima y seamos como el apóstol Juan, que se recostó en el pecho del Maestro para escucharlo, para que así podamos abrir nuestro oído a Dios y de esta manera actuemos con la confianza que tuvo María al decir ese Sí, para continuar con nuestra historia de salvación, que nos invita a vivir en un diálogo de oración con Dios. Que Nuestra Señora de los Ángeles sea nuestro medio para seguir los pasos de Aquel que entregó su vida por todos nosotros. 

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