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Mario Molina Medal / Seminarista de Formando Pastores al Estilo de Jesús

Que me iba a imaginar yo que, en mi quinto año de formación sacerdotal, tenía que formarme al menos el primer semestre desde mi casa. Nunca lo habría pensado si alguien me lo habría profetizado hace unos meses, y es que esta situación de emergencia a raíz de la pandemia del COVID-19 ha implicado una serie de cambios en nuestra formación, entre ellas, el no estar en las instalaciones del seminario. Es por esta razón, que quiero contarles mi testimonio vocacional y como Dios ha ido preparando mi corazón para estar siempre dispuesto al servicio de los demás, aun y en estos tiempos de cuarentena.

Soy un joven de la Parroquia de Cristo Rey, donde se ubica la sede central de Obras del Espíritu Santo. Fue en este lugar donde madure el llamado que Dios me hizo a mis 23 años. Durante mis primeros 21 años asistí a la Iglesia solo en dos ocasiones, la primera fue en mi primera comunión y la segunda cuando murió mi abuelita (sin tomar en cuenta la de mi bautizo). Después de ahí nunca quise nada con la Iglesia. Fui siempre una persona muy dinámica, desde pequeño estuve en cuantos grupos se abrieran, ya sea de fútbol, natación, bandas, bailes folclóricos, etc. Gracias a Dios fui y soy una persona muy sana, sin vicios ni nada por el estilo, lo que me permitió que siempre fuera de confianza para todas las personas. Aunque no tenía inquietudes vocacionales, ni quería nada con la Iglesia, Dios ya estaba preparando mi corazón, por que siempre fui la persona a la cual le pedían consejos o siempre llevaba la iniciativa para alguna obra de caridad que se hiciera.

A los 20 años, tras una serie de problema que vivía con mi familia, mi exnovia y en mi trabajo, sentí una gran necesidad de irme a confesar. Era un miércoles santo, y al acercarme al confesor mi corazón se quebrantó y empecé a llorar como un niño, el Padre intuyo que no me confesaba desde hace mucho tiempo, de hecho, desde que hice la primera comunión. Durante la hora y media de confesión desahogué muchos dolores que arraigaba en mi corazón y al salir sentí la paz de Dios que nunca había podido experimentar. A partir de ahí decide cambiar el rumbo de mi vida y entregarme a Dios. De forma providencial unos meses después, una gran amiga me invito a dar de comer a los habitantes de calle en la Zona Roja de San José. Fuimos con Obras del Espíritu Santo y recuerdo que, al bajarme del bus lo primero que vi fue una mujer embarazada fumando crack. Mi corazón se despedazo en mil pedazos porque no soporte ver como un bebe en el vientre estaba siendo literalmente destruido por la droga. Desde ahí sentí que Dios me pedía trabajar mas con los pobres. Durante 5 años seguidos asistí todos los viernes, sin excepción alguna a orar, dar de comer y acompañar a los habitantes de calle. Ahí mismo, en la calle, sentí la llamada de Dios al sacerdocio. Uno de los tanto viernes del año 2013, al ver sirviendo con tanta alegría al Padre Sergio Valverde, entre los pobres, me dije a mi mismo: “Yo quiero ser tan feliz como Él”, desde ahí Dios me empezó a inquietar a una posible vocación sacerdotal. Durante los siguientes años realicé los procesos vocacionales, hasta que por fin me decidí y entré al seminario. Hoy ya tengo cinco años en formación y puedo decir que estoy muy feliz por el amor tan grande que Dios me ha tenido.

En estos tiempo de pandemias he pensado mucho en los que no tienen casa. Por gracia de Dios uno tiene su arrocito y frijoles y el techo a donde vivir, pero y los que viven en las calles, como hacen para comer. Al estar fuera del seminario, he podido estar más cerca de ellos, los pobres, y es ahí donde Dios reafirma lo feliz que me hace servir. Es que este llamado al sacerdocio o mas aun, a la santidad, no se puede entender sino es ayudando al prójimo, con razón San Pablo dijo, “hay mas gracia en dar que en recibir” (cfr. Hch 20, 35). Si hay algo que puede hacer feliz a alguna persona, es entregar completamente su vida a Dios. Siempre le digo a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales, que no tengan miedo en responderle a Jesús, porque Él, en la Eucaristía y los pobres en las calles, les harán muy feliz. ¡Dios siempre provee!

Una respuesta a ““En estos tiempos … he pensado mucho en los que no tienen casa””

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