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Oscar Felipe Hernández Lobo, Introductorio, Diócesis Tilarán-Liberia

La vocación es un don de Dios dada al hombre pero a la vez es un Misterio, el cual solo Él comprende. De esta manera, el Señor ha trabajado en mi vida desde mi niñez hasta la actualidad. Debo decir que mi vocación se ha ido forjando en tres etapas claves: mi niñez dentro de mi núcleo familiar, la JMJ Panamá 2019, y el Camino Neocatecumenal. Iré abarcando cada uno de estos pasos.

Nací hace 28 años y crecí en el seno de una familia católica liberiana, en donde mis padres y abuelos me han inculcado valores cristianos, crecí yendo todos los domingos a misa en la Parroquia Inmaculada Concepción de María. Momentos impregnados en mi memoria han sido los gestos efectuados por el sacerdote durante la Eucaristía pero sobre todo su “vestimenta”, la cual me llamaba poderosamente la atención. Mi mamá ha sido una guía para empezar a entender poco a poco la dinámica de la Santa Misa, e incluso recuerdo que ella nos “entrenaba” para ese instante tan memorable y solemne como lo es recibir por primera vez a Jesús Sacramentado; nos daba (a mi hermana y a mí) una menta blanca en representación de la Sagrada Comunión, y esas expresiones me animaban mucho.

Durante la etapa de mi juventud permanecí en mi fe (la confirmación ayudó a enamorarme más de la Iglesia) y terminé graduándome del TEC (2022). En el 2018, se suscitó una oportunidad de asistir a la JMJ Panamá 2019. Antes de eso había escuchado sobre estas jornadas pero yo no tenía ninguna intención de asistir. Algo en mí me decía sobre ir a Panamá, y he aquí la segunda fase de mi testimonio vocacional. Asistí con la Pastoral Universitaria de San Pedro de Montes de Oca y el Ministerio Juvenil Ángelus de Cartago. Compartir con miles de jóvenes de todo el mundo, y el mensaje del papa Francisco fue increíble y determinante para mi vocación, enfatizando este:

«Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro sino el ahora de Dios.» (Homilía, Misa de Envío JMJ Panamá 2019)

Después de esto, el Señor tenía una sorpresa preparada para mí. Ahí entraríamos a la tercera etapa de mi senda vocacional. Una vez escuché en la Parroquia de San Pedro de Montes de Oca (2021), después de la misa, sobre unas catequesis de maduración en la fe para jóvenes y adultos. Esto me llamó poderosamente la atención y decidí asistir para indagar sobre esta formación, pero nunca me imaginé que estas catequesis serían del Camino Neocatecumenal. Acudí, me gustó y al formarse una nueva comunidad, para mi sorpresa, me nombraron primer responsable.

Una crisis de ansiedad en mi último trabajo le sirvió a Dios para llamarme, de manera tal que comencé a redescubrirme. Y así, en una convivencia del Camino (2022), me acerqué a la Capilla María Auxiliadora (en el convento de las Hermanas Clarisas de Moravia) y me abandoné al Señor en un momento de oración expresándole: “Señor, solo deseo que hagas tu voluntad en mí, y nada más”. Después de esa experiencia de encuentro con el Maestro, todo fue diferente para aventurarme, tal y como lo hizo María, en un camino vocacional donde por cuatro meses (desde agosto a noviembre de 2022) asistí a encuentros vocacionales de la Diócesis de Tilarán-Liberia y todo lo demás se desarrolló con toda naturalidad hasta hoy: empezando un camino de discipulado, dejándome sorprender por el Señor dentro del Seminario Introductorio Nuestra Señora de los Ángeles, y dando ese “Sí” diario apoyado del lema de la Generación XXXVII “Ánimo, levántate, te llama” (Mc 10,49).

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