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Kevin Vargas Arias, I Formando Pastores al Estilo de Jesús, Arquidiócesis de San José.

El evangelio nos presenta la parábola de las “vírgenes sensatas y las necias”. Cada uno de nosotros, al escuchar este texto, puede ir sacando y captando muchos elementos y los podemos ir relacionando con nuestra vida cristiana, pero, quisiera que nos detengamos en solo este: somos lámpara de Dios en el mundo. Una y mil veces hemos escuchado la expresión de que somos barro, es decir, somos seres limitados y con imperfecciones, pero también hemos escuchado que somos como vasijas de barro, pero llenas de contenido admirable. En efecto, hermanos, cada uno de nosotros es como una lámpara de barro, o sea, frágiles, sin embargo, contenemos una inmensa riqueza desde el bautismo: el santo Espíritu de Dios.

Siguiendo la parábola evangélica podemos advertir que hay dos tipos de lámparas: unas que están llenas para poder encender el fuego y otras que están vacías. Unas, están listas para el momento exacto en que deban ser encendidas, otras, en cambio, no están preparadas para ello. Podemos decir que así somos los seres humanos, unos están preparados, pues están llenos y rebosantes de una vida espiritual y en amistad con Dios, pero otros, están vacíos de esto, y, por consiguiente, no están preparados. Se nos invita, por tanto, a cuidar nuestra vida espiritual y ejercitarnos en ella para estar atentos y listos.

El papa san Gregorio Magno, comentando este evangelio, dice: Aquí el aceite quiere significar el resplandor de la gloria; los jarros, son los corazones dentro de los cuales llevamos todos nuestros pensamientos”. En efecto, hermanos, esas lámparas son nuestros corazones, nuestra vida interior, que debería estar colmada de aquel aceite que es la gloria y la presencia del buen Dios. Esta realidad que se nos presenta, de ser lámparas llenas, nos lleva a otra: servir y amar. Así es, las lámparas llenas no tienen en sí ninguna función, tendrán función en cuanto se les encienda y entonces alumbren todo a su alrededor. Las lámparas vacías, evidentemente, cuando se les pida alumbrar, no lo harán, debido a que no están preparadas para eso.

El papa san Gregorio sigue comentando el evangelio y dice: Las vírgenes prudentes llevan aceite en sus jarros, porque guardan dentro de su conciencia todo el resplandor de su gloria. Las vírgenes insensatas, por el contrario, no llevan el aceite con ellas porque no llevan su gloria en lo secreto de su corazón, es decir, ellas piden su gloria a las alabanzas de otros”. ¡Hermoso este comentario! Pues nos muestra una gran realidad: fortaleciendo nuestra interioridad podremos tener la capacidad de servir y amar con sinceridad, en cambio, fortaleciendo nuestra exterioridad o superficialidad, no lograremos aquello, porque no podemos dar de lo que no tenemos. Por tanto, hermano, sé una lámpara de barro que alumbre en medio de la oscuridad. ¡Ánimo, Dios confía en ti!.  

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