Publicado
José Pablo Sandí Torres
Seminarista de II de Formando Discípulos Misioneros de Cristo.

La palabra corazón, aparece cerca de novecientas veces en toda la biblia. En el antiguo testamento, del hebreo es llamado como leb, lebab que resalta la peculiaridad que es únicamente empleado a personas. Mientras que en el nuevo testamento aparece con el sustantivo καρδία. Sea como fuere, ambas palabras pocas veces son empleadas para señalar la función que tiene dicho órgano en el cuerpo. Por el contrario, se utilizan para demostrar un sentido, pensamiento, rectitud de intención e incluso un estado de insensibilidad e indiferencia respecto a su actitud y determinación moral. Es decir, se habla del corazón como centro de todo el hombre, como sede de las emociones y la voluntad. Por otro lado, la visión de corazón viene a unificar los diversos términos que el griego llamaba espíritu, razón, conciencia, ánima, porque todo a su vez esta expresado en καρδία.  

En continuidad con la idea anterior, la filosofía nos habla de las facultades del alma; (inteligencia y voluntad) como un principio interno que lleva al hombre a buscar la verdad o la bondad respectivamente, mas no fija un lugar donde resida concretamente. Respecto a esto la antropología bíblica, específicamente con san Jerónimo, se cuestiona dónde está lo principal del alma, y concluye que Platón lo muestra en el cerebro, mientras que Cristo en el corazón. “El hombre bueno saca lo bueno del buen tesoro del corazón, del mal tesoro saca lo malo. Pues su boca habla de lo que rebosa el corazón” (Cf. Lc. 6,45.). 

No obstante, a este punto surge la interrogante ¿Qué tiene que ver todo esto con el Sacratísimo Corazón de Jesús? Bueno, ciertamente se ha hablado desde una visión antropocéntrica. Sin embargo, estos dos hechos convergen en las palabras del Predicador Amable de Galilea para referirse a sí mismo “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Cf. Mt 11,29.). Es decir, es la revelación de la índole propia de su Persona, indicando lo que hay en su corazón y por consecuente, lo que Él es.  

En este punto, es menester traer a colación la profecía de Ezequiel “Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne.” (Cf. Ez 36, 26.)  Ahora bien, este pasaje del antiguo testamento tiene cabal cumplimiento en el Amantísimo Corazón de Jesús ¿De qué modo? En un nuevo corazón que es modelo para los otros.  

Esencialmente, en esto radica la devoción en el Sagrado Corazón de Jesús, un corazón de carne que, al ser confrontado con nuestro corazón de piedra, genera un acercamiento y un reposo hacia la libertad, el amor. O en palabras del teólogo alemán Hugo Rahner, que lo señala como un punto de referencia para saber qué es lo que hemos de aprender e imitar de Jesús. Por tanto, ser amados y amar el Corazón, entendido el amor como un acto de la voluntad; supera un personalismo o una clasificación de emociones de la psicología experimental, sino que es un fin en sí mismo, por medio de la confrontación.  

Jesús manso y humilde de corazón, ¡haz mi corazón semejante al tuyo! -. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *