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Fernando José Mora Martínez, Arquidiócesis de San José, I Formando Discípulos Misioneros de Cristo.

¡¡¡¡¡Cristo ha resucitado!!!!!

Cuántas veces como seres humanos hemos anhelado amar y ser amados, hemos querido que nos comprendan e incluso ser escuchados y cuántas veces hemos deseado borrar las equivocaciones y los daños que pudimos haber hecho; si pudiéramos por un momento detenernos a pensar que nuestra vida realmente es un regalo, existir es un regalo, saberse amado es un regalo, sabríamos que todo momento es valioso e importante, ninguno es más o menos importante. Cristo no murió por unos cuantos privilegiados, sino por absolutamente todos los seres humanos, no hay un acto de amor más grande que ese, no hay un acto de comprensión más grande que ese, porque se hizo humano como nosotros y más aún, nos enseñó que nunca estamos ni estaremos solos, ¡es la alegría de la Pascua! ¡Estamos de fiesta!

El Señor nos ha recordado su misericordia tan inmensa, su manera de apasionarse por nosotros, su dolor tan significativo el cual en clave cristiana es acto de caridad, de amor, de libertad y de voluntad suya, decidió ser ese cordero el cual nos trae la salvación, el gozo y el sentido a nuestra vida; estamos deseando tanto todos los días el camino para llegar a la felicidad y ese camino ya se ha mostrado para nosotros. Él ha estado en nuestro interior todo el tiempo, esperando que dialoguemos y nos relacionemos con Él y cuando lo hacemos se nos sacude el mundo, esto es como estar enamorado, lo sentimos cercano, nos sentimos acompañados, entendidos, perdonados y esto nos motiva a ser mejor por su amor.

Saber y reconocer que alguien nos puede amar así nos causa una empatía por el otro, de esta manera rompemos las barreras de frente a los demás para conocerlos y amarlos también, porque la comunión y la fraternidad son signos de Cristo en esta tierra, como cuerpo nos necesitamos, no podemos sin el otro, en el otro igualmente está Cristo. Asimismo en la historia de cada uno con los que caminamos en la vida se nos revela Cristo, él siempre está, no lo dudemos nunca, ni por un segundo, permanece siempre con nosotros, después de todo, él lo prometió y Dios siempre cumple sus promesas.

¡Qué infinito es su amor!, sus ojos siempre nos miran con ternura y sus palabras cada mañana cuando abrimos los ojos son las mismas: ¡te amo!, eres importante, eres valioso, eres único, existes porque te ama; Jesús te llama a estar con él, tiene una misión sólo para ti, pero, antes que nada, déjate amar, no endurezcas tu corazón y verás lo maravilloso, increíble y bello que es ser de Jesús.

¡¡¡¡¡Verdaderamente ha resucitado!!!!!

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