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Luis Diego Naranjo Díaz, Arquidiócesis de San José, IV Formando Pastores al estilo de Jesús

Para muchos de nosotros pensar en “la misión” o “las misiones”, se trata de aquellas personas que generosamente y por vocación, dejan su patria para ir a lugares como África o Asia a evangelizar, eso es parte de la misión (ad gentes); pero va más allá. Quisiera proponer tres aspectos que considero importante para concebir la misión en la vida de la Iglesia, desde la enseñanza bíblica y el magisterio: la misión como esencia de la Iglesia, la misión como tarea de todos y nuevos ambientes para la misión.

La misión, esencia de la Iglesia

El mandato del Señor a los Once de ir por todo el mundo, hacer discípulos y bautizarlos (cfr. Mt 28, 19), es para toda la Iglesia y para siempre. Es decir, la llamada de ir por todo el mundo no es únicamente para sacerdotes y/o religiosos, sino que la tarea evangelizadora comprende a todo cristiano, a todos los bautizados y por ende es esencial en la Iglesia, siempre se debe evangelizar, la Iglesia que se pone en camino debe hacer misión siempre, porque forma parte de ella, por lo que es iluminador las palabras de san Pablo VI: Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa (Evangelii Nuntiandi, 14).

 La misión es tarea de todos

Como se mencionó anteriormente, es para todos, y aquí el ejemplo de los santos nos ayudan a ponernos en camino de misión, para que nuestro corazón arda por el amor a Dios, y por darlo a conocer a los demás. El ejemplo de los santos patronos de las misiones nos ayuda a esto: primeramente, el impulso misionero del padre jesuita Francisco Javier (1506-1552) que lleva el mensaje al oriente asiático y Japón; así como también el testimonio sencillo y humilde de Teresa del Niño Jesús (1873-1897), monja carmelita, que desde el monasterio impulsó el deseo misionero con la oración y el sacrificio. Muchos otros ejemplos de personas entregadas y consagradas por la misión, son testimonio de esto.

Nuevos ambientes misioneros

Por lo que, no se trata precisamente de ir a tierras lejanas, que sí es importante (misión ad gentes) y la Iglesia necesitará siempre de estos misioneros, que anuncien en tierras áridas y donde no ha llegado aún la Palabra de Dios. Pero también de misioneros ahí donde se vive, estudia y trabaja, en nuestras comunidades y parroquias; la familia, el ambiente estudiantil y laboral. Por lo que cada día debemos buscar nuevos métodos y medios evangelizadores, desde poder ser testigos de la Resurrección en un autobús, en las redes sociales, en un hospital, hasta el seguir fomentando la práctica de las obras de misericordia, y el ser fieles en la vocación que el Señor nos ha pedido.

Que el deseo misionero no se limite a un mes en el año, sino que este mes de octubre nos impulse para mejorar en el llamado misionero.

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