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Eladio Gerardo Leitón Esquivel
Seminarista de III Formando Pastores al Estilo de Jesús

Hechos 1,6-11:

“Estando ya reunidos le preguntaban: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? Él les contestó: No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo. Dicho esto, los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personas vestidas de blanco se les presentaron y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.

La ascensión de Jesús al cielo es la expresión más completa del triunfo de Jesús Resucitado sobre el pecado y sobre la muerte; es el cumplimiento de su misión salvadora, y la manifestación de su gloria, y, además, se confirma lo dicho por Jesús ante el sumo sacerdote, cuando éste lo interrogaba: ¿Eres tú el Mesías, el hijo de Dios? Y Jesús respondió diciéndole “Yo soy. Y verán al hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo” (Mc 14,62). Pero ¿cómo podemos entender esto desde los apóstoles?, ante ello surge la pregunta: ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Se observa unos apóstoles aún sin comprender lo que está sucediendo, pero ellos mismos caminaron con él, comieron y bebieron en la misma mesa, escucharon sus enseñanzas por donde iban, vieron los milagros y prodigios realizados por Jesús para que conocieran el amor del Padre hacia la humanidad y más aún, murió en la cruz y resucitó al tercer día según lo había dicho y se les presentó de nuevo, y todavía se quedan mirando al cielo, como si dijeran: se fue y ¿qué pasará ahora?

Claro está que falta algo, no han llegado a la comprensión total del misterio de Dios, y el mismo Jesús les exhorta diciendo: “Les he dicho esto mientras estoy con ustedes. El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho” (Jn 14, 25-26).

A la luz de la palabra, cabe dar una respuesta a la pregunta y del cual los apóstoles fueron exhortados: ¿Qué hacen ahí mirando al cielo?, es hora de ponerse en camino e ir a evangelizar y anunciar el reino de Dios al mundo entero, y que lo enseñado por Jesús será comprendido a su plenitud cuando venga el Espíritu Santo. Hoy en la realidad en que vivimos y partiendo de la experiencia de los apóstoles, Jesús nos puede preguntar nuevamente: ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? ¿Acaso no estoy con ustedes?, ¿les he enviado el Espíritu Santo y aún no lo han visto?, ¿les he dejado la palabra y aún no la comprenden? Nos podemos preguntar también: ¿seremos como aquellos discípulos de Emaús que hicieron camino con Jesús, pero no lo reconocieron? ¿Tan duro se ha vuelto el corazón del hombre que ya Cristo Resucitado no es novedoso y ya no dice nada? Hoy más que nunca debemos de encontrarnos con Cristo Resucitado y dejarnos llenar del Espíritu Santo, para ser capaces de acoger en el corazón la palabra de Dios y animarnos a llevarla por todo el mundo: “Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

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