Publicado
Julián Pérez.
IV de Formando Pastores al Estilo de Jesús

Cuaresma (40 días) es uno de los tiempos más importantes del año litúrgico ya que nos prepara para la gran celebración de la Pascua, el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte. Así como los mejores atletas emplean una preparación fuerte, consciente y precisa con miras a un objetivo específico, el cristiano es llamado una vez más a escuchar la voz del Señor que dice “vuélvanse a mí de todo corazón” (Cf. Joel 2, 12).

Este tiempo de la Cuaresma, es una oportunidad para abrir el corazón al Señor y dejar que Él mismo vaya iluminando con la luz de su Espíritu Santo nuestra existencia, para así poder dar el paso a esa nueva vida que el Señor mismo nos propone. “Dios, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva”. (Cf. Ez 18, 23)

Comenzar es de muchos, pero perseverar de pocos, he ahí el detalle de este tiempo y de toda nuestra vida, el estar constantemente en la presencia del Señor, haciendo su voluntad, aprendiendo y sobre todo perseverando. Viviendo este tiempo de la Cuaresma con intensidad y sinceridad nos ayudará no solo a la preparación y vivencia de la Pascua, sino que nos dará el impulso necesario para caminar con optimismo, valentía y confianza en el Señor durante cada momento de nuestra vida.

En nuestra mente podrían surgir pensamientos de desánimo, de culpa, pero en nosotros debe predominar la esperanza y confianza en el Señor que nos ama, que nos espera siempre y que está constantemente dispuesto a darnos su perdón. Dejemos que Dios mismo penetre todo nuestro ser, ahí en lo más profundo quizás donde anidan muchas cosas poco útiles, feas y dañinas para nosotros mismos y para los demás.

Ahora es el día de la salvación (Cf. 2 Cor 6, 2), el constante hoy que Dios nos da para que nos volvamos a Él y reconozcamos la necesidad de tenerle, de que nos ame y de experimentar su misericordia. En el hoy de nuestra vida, de nuestra existencia nos jugamos el chance de dejar que Aquel que es la Vida, nos llene con su propia vida y nos muestre el camino, que en realidad es el mismo Jesús, para que le sigamos, para que le amemos y para que lo demos a conocer a los demás, en especial a los más necesitados.

¿De qué tenemos necesidad de ayunar? ¿En qué invertimos nuestro tiempo, nuestras energías y nuestras posesiones? ¿Dónde está Dios presente en mi vida? ¿Cuánto tiempo destino a estar en su presencia? Hoy, es el momento oportuno para mirar las necesidades del otro y hacerme solidario, cercano, prójimo con quienes me rodean. Es tiempo de orar, de estar con Aquel que desea nuestro trato, nuestra amistad, que nos espera en el Sagrario, en la Escritura, en los hermanos.

Unidos al salmista hagamos nuestra esta súplica: “Oh, mi Dios, crea en mi un corazón puro renuévame por dentro” (Cf. Sal 51, 12). La necesidad de un corazón limpio en el que habite Dios y en el que siempre haya espacio para los demás. Es ahí, en el corazón donde brotan todos nuestros deseos, nuestros sentimientos, por eso estando Dios ahí, nuestra vida se tornará distinta, renovada, ordenada y orientada a la bondad, a la belleza y a la verdad.

Hoy, en este ahora, año del Señor 2022, es Él mismo que nos invita a convertirnos y a creer en el Evangelio, en la Buena Noticia que nos trae la salvación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *