Juan Daniel Arguedas, I Formando Discípulos Misioneros de Cristo, Diócesis de San Isidro.
En el Corpus Christi veneramos la actualización de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y nuestra inserción a dicho misterio por medio de ésta. Como dice san Pablo: si Cristo no resucitó de entre los muertos, vana sería nuestra fe. (c.f. I Cor 15, 14) Pues bien, si Cristo no nos resucitara a nosotros, tampoco tendría sentido creer en Él. Asimismo, la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es asombrosa, mas, ¿qué tiene que ver eso contigo?
Cristo asumió nuestra naturaleza humana para darnos su naturaleza divina; esto, en virtud del Bautismo. Sin embargo, es mediante la Eucaristía que Cristo reproduce su filiación divina en nosotros. Empero ¿en qué consiste ser hijo de Dios? Eres hecho hijo de Dios no para ser eximido del sufrimiento, sino en función de prepararte y otorgarte la gracia necesaria para padecer, morir y resucitar por, con y en Él. De este modo, te dispone a querer y hacer el plan del Padre (Fil 2, 13), como Él lo hizo en su vida terrena. ¿No es maravilloso? Justamente, este es el efecto eucarístico en ti: “así como el alimento se hace uno con la persona, el alma es poseída por la fuerza vital del alimento eucarístico” (Biblia Nácar Colunga Comentada), con el fin de hacerte partícipe de su misterio Pascual.
Aunado a lo anterior, Cristo en su infinita misericordia se ha quedado en el Santísimo Sacramento para comunicarte su vida divina, al adorarlo en Espíritu y verdad (c.f. Jn 4, 23). Cuando estás frente al Sagrario, el Señor te ilumina con sus rayos de amor para acercarte a Él. Estando frente a Jesús Sacramentado te adentras más en su presencia. Es posible palpar la fuerza que se emana al postrarse ante Cristo Eucaristía, ya sea en el momento concreto de adoración o a posteriori en tu historia de salvación. Es la luz que, cuanto más te acerques, ilumina tus sombras, al punto que puede quemar y doler, pero es por cercanía al fuego del amor de Dios. ¿Quieres aproximarte más? Esto presupone la pregunta ¿estás dispuesto a sufrir y a morir? Si lo haces en Cristo, ten por seguro que resucitarás con Él, ahora de tus pecados y en el día Final de la muerte. Para alcanzar esto, la razón de toda la existencia, es necesario que comulgues y adores su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía.
En resumen, en la misa recibes la fuerza para entregarte totalmente a los demás como Él lo hizo por ti y en la adoración es el momento oportuno para robustecer tu respuesta a esta inefable gracia. De este modo, permanecerás en el Señor y Él en ti (Jn 6, 56); y no sólo tendrá sentido la solemnidad del Corpus Christi, sino la vida entera.