Antonio López, IV Formando Pastores al Estilo de Jesús. Diócesis de Puntarenas.
Este acontecimiento histórico de salvación no debe verse como un hecho del pasado, si no como una acción de Dios que se sigue realizando en el presente en cada uno de nosotros, pues, lo que Dios hizo en y por medio de la Virgen María, quiere hacerlo hoy en nuestras vidas.
Este misterio de nuestra fe, que es el inicio de la Pascua salvadora del Señor, hacia la cual nos preparamos en este tiempo de Cuaresma, nos recuerda las siguientes enseñanzas que nos ayudarán en nuestro camino de conversión hacia la santidad:
1. Dios es quien toma la iniciativa de relacionarse con nosotros. Dios, por amor, decide salir a buscarnos, sale a nuestro encuentro para animarnos, para darnos a conocer su plan de salvación para con nosotros. Y lo hace de manera personal, en un tiempo concreto, en el momento que más lo necesitamos, en un lugar específico y en medio de la situación de vida por la que estemos pasando hoy, sea de alegría o de tristeza, de bienestar material o de pobreza, de salud o de enfermedad.
Así pues, no somos nosotros los que pensamos primero ir a buscar a Dios, sino que lo que nos corresponde es responder, como la Virgen María, a la propuesta de salvación que nos hace el Señor hoy.
2. Dios transmite su mensaje de salvación por medio de ángeles. También hoy el Señor continúa enviándonos mensajeros (eso significa la palabra ángel) que nos ayudan en nuestra salvación. Pero no pensemos en seres espirituales con alas y túnicas blancas, sino en personas de carne y hueso: quizá tu mamá o papá, un hermano o familiar, un vecino o un compañero de estudio o de trabajo o la persona que menos pensamos, Dios nos la envía para darnos un mensaje de esperanza, un buen consejo, una palabra de ánimo y aliento o para corregirnos en aquello que no está bien y que tal vez no vemos.
3. El mensaje de Dios siempre es alegría y no de temor: es Buena Noticia.
4. Dios al elegirnos para una misión específica, nos da los medios necesarios que nos capacitan para poder cumplirla. Dios es justo y si nos pide algo que a nuestros ojos parece irrealizable, nos recuerda que para Él no hay nada imposible, que Él está con nosotros y nos da su gracia, es decir, el Espíritu Santo y su poder, para actuar correctamente delante Suyo.
5. La escucha de la Palabra de Dios y la obediencia a sus mandatos produce en nosotros que se engendre Cristo, para darlo a luz a los demás por medio de obras de misericordia.
6. Dios respeta nuestra libertad y no nos obliga a aceptar su voluntad, pero espera de nosotros una actitud humilde, como la de la Virgen María, dispuesta a dejar que Él actúe en nuestras vidas según su Palabra.