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Christian Benavides Cordero

Seminarista III Formado Pastores al Estilo de Jesús

En estos momentos del proceso tengo que decir, por experiencia propia y por el testimonio de muchos hermanos, que la experiencia vocacional está lleno de encrucijadas, tantos miedos, inquietudes que surgen en el corazón de los que intentan discernir la voz de Dios. No es nada distinto a la experiencia vocacional presente en los distintos relatos bíblicos, recordemos a Moisés (Cfr. Ex 4,10) o Jeremías (cfr. Jr 1, 6).

Muchas veces pareciera que en vez de ser un dialogo, nos adentramos más bien en un monologo en donde solo escuchamos nuestra propia voz, en muchos casos llenando de tristeza y desanimo el corazón del vocacionado. Desde mi propia experiencia tengo que decir que es aquí donde la Palabra toma una importancia sin igual en la vida el llamado, pues en ella encontrara la voz de Dios que le habla en medio de sus circunstancias particulares, la Sagrada Escritura se convierte en una fuente de donde brotan no solamente respuestas de parte de Dios a las inquietudes, sino que a su vez nos confronta la vida misma llevándonos a hacer un alto, para mirar de nuevo a Jesús y enderezar el propio camino.

En primer momento, la Palabra nos ofrece respuestas, pero considero que la más importante para el vocacionado, es la voz de Dios que le recuerda que Él está siempre presente a su lado, “Yo estoy contigo” (cfr. Ex 3,12) muchas veces en el fondo con tantas preguntas e inquietudes lo que verdaderamente lo que se necesita es recordar la presencia de Dios que no abandona, en esto la Sagrada Escritura es especialista, recordando como Dios está siempre actuando en la historia del ser humano, y recordándonos que aun hoy está actuando en la historia de cada uno de nosotros, nos ,muestra su cercanía y misericordia.

En segundo momento, la Palabra debe confrontar la propia vida, y considero que es sumamente importante, pues aquí podemos verificar si estamos con una actitud de apertura a su voz, o estamos simplemente abrazando nuestros propios pensamientos, cuando la Palabra no confronta la vida, hay que encender la luz de alerta pues estamos renunciando a escuchar la voz de Dios, para escucharnos nosotros mismos. Cuando confronta la vida es signo de que estamos frente a otro, de frente a Dios, Él quiere que nosotros seamos mejores discípulos, nos reta a buscar la santidad.

Estoy convencido de que la Palabra guarda para todos los cristianos grandes riquezas, pero para encontrarlas hay que adentrarse con calma a la lectura de esta, y así ser sorprendidos por la voz de Dios que no se cansa de llamar.

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