Minor Esteban Rodríguez Leiva, III Formando Discípulos Misioneros de Cristo, Diócesis de Cartago.
Desde niños estamos acostumbrados a escuchar esta frase: “Cuaresma, tiempo de conversión, ayuno y abstinencia”; para esto las iglesias particulares nos ofrecen año tras año una frase para meditar durante el tiempo cuaresmal, esto con el fin de ayudar a compenetrarse más en los distintos actos de piedad popular que nos ofrece para este tiempo de reflexión.
La cuaresma para mí es un tiempo donde debemos de poner las barbas en remojo. Dios nos llama todos los días a la conversión, pero principalmente nos invita en estos momentos a volver más profundamente la mirada a aquel que murió en la cruz por cada uno de nosotros, aquel que se hizo hombre para reconciliar a Dios con su creación.
Ahora bien, los actos de piedad nos ayudan a interiorizar estas cosas durante estos cuarenta días que iniciamos el miércoles de ceniza, pero yo me pregunto ¿realmente el ayuno nos está ayudando a interiorizar y vivir la cuaresma para llegar a una verdadera conversión? Podemos caer en un error muy grande, pues estamos acostumbrados a hacer ayuno por meros actos sociales y culturales y llegamos a perder el norte del significado real y profundo de estas acciones y no llegamos a una verdadera conversión, es más, nos quedamos en el intento.
Pensamos que la conversión debe ser un acto radical, y sí, en algunos casos pasa, pero la conversión gradual debe ser mejor en un cristiano que realmente quiere ser semejante a Jesús, la conversión es una decisión, es una acción que debe de nacer desde el fondo de nuestro ser, y para eso la cuaresma nos abre las puertas para volver nuestra mirada a esas acciones concretas que Jesús hizo cuando estuvo entre nosotros.
El Papa Francisco en su mensaje de cuaresma para este año 2023 acerca de la conversión nos dice “No resulta fácil hacerlo, pues vivimos en un mundo que busca no sólo separarnos de Dios” y más adelante nos narra “Se ha seguido profundizando una propuesta individualista”.
En esta cuaresma los invito a realmente tomarse enserio este tiempo para ver nuestro interior y qué acciones realmente estamos haciendo para ayudar a nuestros hermanos, creo que acá está la clave de todo, el fin de la cuaresma debe ser una reflexión profunda de los misterios salvíficos pero que esto nos lleve a la acción.
No podemos permitir más que esta sociedad líquida nos siga consumiendo y vaya creciendo el individualismo, es hora de actuar, es hora de que realmente tomemos acción en esta sociedad que pide a gritos que le prestemos atención. Ocupémonos de los pobres, encarcelados, de los niños huérfanos, de las personas que se sienten tristes y quieren quitarse la vida; la cuaresma es para eso, para realmente volver la mirada a Cristo pobre que murió por nosotros en una cruz.